sábado, 23 de julio de 2011

La Juventud Peronista (Last night I dreamt that somebody loved me)

Afuera se escuchaba la multitud, marchaba hacia arriba de la colina del la ciudad de los aires en el país de plata. Desde adentro, Valentino escuchaba el repique de los tambores tocados tan desabridamente y sin conciencia y las voces despojadas de toda dulzura que, más que cantar, gritaban. Valentino era en cierta forma parte de esta movida. Allí, entre la multitud, se encontraban compañeros del instituto, del barrio, incluso de los talleres elegidos por él, todos aquellos zombies que se creían conscientes de una realidad marchaban proclamando una misma cosa, venerando a un mismo ente. Pero Valentino no se sentía para nada parte de eso. Sus ojos se abrían hacia el cielo, el agua los bosques también a la gente una por una, el no era un misántropo, aunque la marcha creía hacer un bien a la gente en masa, el podía y quería hacer bien a todos individualmente el no entendía de que se trataba aquel barullo de afuera. Si había visto la cara sonriente del personaje que había tocado los estómagos de aquellos marchantes. Pero él no lo sentía. Él podía sentir otras cosas, él no comprendía la poesía que hallaban en los papeles sucios todos iguales pegados en las paredes en carteles en sus manos en sus ojos los seres que gritaban desde las calles. Esos seres que estaban ciegos y ni siquiera eran conscientes de las vendas que apagaban sus ojos, ni siquiera podían ver su propia ceguera. Valentino se dio cuenta que estaba solo en su casa e inmediatamente precisó compañía. Aunque todos los que podían acompañarlo en aquel momento estaban en la marcha, él se decidió a quitarles las vendas y empujarlos hacia fuera del camino. Pero en cuanto salió la multitud se abalanzó contra él y lo cago a trompadas. Ellos sabían quien era él, ellos sabían que el no quería marchar ellos sabían que el era un puto de mierda cagon que no seguía a la masa y no los bancaba en aquella ardua jornada de promulgación socialista. A medida que la sangre brotaba de la boca y otras partes del rostro y el cuerpo de valentino se escucharon sirenas y los adolescentes pseudo-rebeldes se dispersaron dejando al pobre niño adolescente tirado limpiándose de sangre y tierra y arrastrándose a duras penas. A Valentino tampoco le simpatizaba la policía pero agradeció mucho que hubiese aparecido en aquel momento. Este último agradecimiento fue en vano porque en cuanto se despejó los ojos del polvo y suciedad que se había levantado por causa de la multitud, vió a dos hombres azules que levantaban dos puntas de cañon justo hacia él. ¿Quién sos? Pretendió Valentino que le preguntarían a lo que él respondería ¡Mi nombre es Valentino, yo no participaba de la marcha! Pero el chico recibió algo distinto en vez de preguntas lo que le facilitó el esfuerzo de responder. Valentino recibió un balazo en el estómago, luego uno a diferentes alturas de cada brazo y finalmente uno en el cuello.

1 comentario:

de esos escasos momentos de felicidad